Durante décadas, el aprendizaje experto ha navegado con la brújula del learning-by-doing, confiando en que la experiencia directa fuese la mejor maestra. Y en gran medida lo es ya que permite al estudiantado tender puentes entre la teoría y la acción, convertir conceptos abstractos en herramientas tangibles y forjar destrezas a golpe de práctica. Sin embargo, en el terreno de la formación reglada, este camino muestra grietas evidentes. Las personas aprendices novatas, carentes aún de un mapa sólido, se enfrentan a escenarios complejos como quien intenta descifrar un idioma desconocido. En tales condiciones, la práctica corre el riesgo de transformarse en un ritual mecánico, repetir gestos sin comprender su sentido, ejecutar tareas sin alcanzar la profundidad del pensamiento profundo que distingue al verdadero aprendizaje.
Este riesgo puede disminuirse si se enseña a la persona aprendiz a hacer las preguntas correctas que guían la acción y su interpretación. Desde la mayéutica socrática hasta las pedagogías contemporáneas, el verdadero motor del conocimiento no ha sido únicamente la acción, sino la capacidad de formular preguntas que abran horizontes y desafíen lo evidente. Sin embargo, en la exaltación del learning-by-doing, este principio fundamental ha sido a veces malinterpretado, como si la práctica por sí sola garantizara comprensión profunda. Preguntar no es un gesto accesorio, es el punto de partida que convierte la experiencia en reflexión, que transforma la acción en aprendizaje experto.
Cuando el learning-by-doing se deja guiar por el learning-by-conversing, la práctica deja de ser un simple ejercicio de repetición para convertirse en un viaje con rumbo. No se trata de reemplazar la experiencia directa, sino de enriquecerla con preguntas que abren nuevos caminos y respuestas que, aunque tentativas, iluminan nuevos horizontes de comprensión. La interacción con la inteligencia artificial impulsa una competencia clave. El arte de formular buenas preguntas. A diferencia de un manual cerrado o de una clase magistral lineal, la conversación con un sistema generativo depende, en gran medida, de la calidad de las preguntas planteadas. Cuanto más precisa, curiosa o creativa sea la consulta, más rica y matizada resultará la respuesta. De este modo, el estudiantado entrena de manera natural su capacidad de indagación, aprende a distinguir entre preguntas superficiales y profundas, a modular su nivel de abstracción y a explorar los múltiples ángulos de un mismo problema. En el marco del aprendizaje experiencial, las preguntas funcionan como un puente que da sentido a la práctica, ues ayudan a comprender lo que se hace, a conectar la acción con los principios que la sustentan y, al mismo tiempo, a abrir nuevos caminos de exploración que amplían la experiencia vivida.
Este ejercicio constante de interrogar y dialogar con la inteligencia artificial tiene, además, un efecto colateral de gran valor al fortalecer la metacognición. Al aprender a formular preguntas y evaluar la pertinencia de las respuestas, el estudiantado desarrolla conciencia sobre qué vacíos persisten en su comprensión y qué estrategias puede emplear para avanzar. Puede contribuir a que, en lugar de limitarse a acumular información, el aprendiz comience a observar su propio proceso de aprendizaje como un objeto de análisis, afinando así la habilidad de regularlo y dirigirlo con mayor autonomía.

La práctica de conversar con la IA puede convertirse no solo en una herramienta para comprender mejor los contenidos, sino también en un entrenamiento para aprender a aprender.
La inteligencia artificial, al erigirse en mediadora del diálogo, no solo multiplica las estrategias posibles, sino que también abre un horizonte de aprendizaje más profundo y creativo.
Al final, todo se resume en la idea de que el diálogo con otras personas, consigo mismo o con una inteligencia artificial es el verdadero motor que transforma la experiencia en sabiduría y convierte a la persona aprendiz en protagonista de su propio salto hacia la maestría. En definitiva, quien aprende a preguntar, abre la puerta a pensar como un experto.
Andreu Blesa y María Ripollés, Universitat Jaume I.
blesa@uji.es, maria.ripolles@uji.es