Redes docentes y trabajo en equipo

Joaquín Gairín Sallán

(Universitat Autònoma de Barcelona)

La actividad docente universitaria es y debe de ser una actividad colaborativa, si consideramos que los estudiantes que formamos durante años son asistidos por muchos profesores que abordan las diferentes materias y actividades académicas que corresponden a todo plan de estudios. La falta de coordinación y colaboración puede fomentar lagunas y contradicciones en el proceso formativo, que bien pueden asociarse a pérdida en la calidad de la intervención.

El trabajo en equipo del profesorado universitario no sólo es necesario sino también posible, si consideramos las variadas experiencias que, al respecto, se pueden presentar. Se puede dar en la planificación de las titulaciones, en el desarrollo de las asignaturas y en las actividades de aula u otros espacios formativos; también, en el compromiso institucional con la mejora permanente de la formación y de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

La colaboración se puede iniciar con la revisión de los elementos del programa formativo, explicitando los contenidos a tratar con su nivel de profundidad, coordinando las metodologías a utilizar, generando materiales docentes, creando una base común de recursos cualificados, acordando la bibliografía a utilizar en cada momento de la formación, planificando actividades formativas externas, etc. Simultáneamente o no, se puede ampliar a la coordinación del profesorado que interviene con un mismo grupo de estudiantes o a las comisiones de docencia de las titulaciones.

En todo caso, los procesos de coordinación deben de estar planificados y acompañados de las condiciones institucionales y profesionales que los faciliten. También es importante que no sólo se refieran a la gestión de la formación, sino que entren en el análisis de los fundamentos y prácticas de la misma. Partir de los problemas de la práctica profesional no sólo ha de ayudar a centrar el debate e intercambio de ideas en una temática en cuestión, sino que también es la puerta de entrada para la revisión de lo que sabemos o de lo que saben otros para orientar la toma de nuevas decisiones para la mejora.

La aspiración de la colaboración debe de superar el mero intercambio de ideas y experiencias propias, para entrar de lleno en los procesos de identificar y crear nuevo conocimiento sobre la docencia. Hablamos de convertir a los equipos docentes en grupos de gestión y creación del conocimiento colectivo que, con las dinámicas y herramientas adecuadas, pueden ayudar a transformar modelos de docencia individual y muy fragmentada en comunidades formativas de profesorado y , por qué no, en comunidades de aprendizaje.

La promoción y desarrollo de comunidades de práctica profesional es una apuesta que ha de permitir tanto el desarrollo personal como el profesional, el institucional e, indirectamente, la mejora social. Hablamos de comunidades transformacionales que superan la mera práctica reflexiva del profesor y promueven la institucionalización de los cambios y mejoras efectivas. Partir de los problemas de práctica profesional, utilizar una metodología adecuada y contar con buenos gestores del conocimiento facilitan esos propósitos. A ello nos puede ayudar la apuesta institucional por los nuevos sistemas de trabajo entre profesionales y un mayor compromiso de estos con su trabajo y el contexto institucional donde actúan.

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